"Tengo 21 años y estoy enamorada de Dios"
“Dios tocó mi corazón y me cambió la vida”

“Un despertar”, así describe Javi Navas, creyente de 25 años, el momento en el que se encontró con Dios cuando tenía dieciocho años. “Durante los primeros años de mi vida estuve muy cerca de Dios, pero a la vez muy alejado, yo era capaz de ir a misa diaria, de confesarme, pero lo hacía un poco por el tener qué, porque vivía en una familia cristiana” explica Javi Navas. De hecho, Javi dice, bromeando, “seguramente si haces una encuesta, mi familia es la más cristiana de Barcelona”, “mi padre se levantaba a las 6:45h de la mañana y hacía oración hasta las 8h, y yo eso lo he vivido toda mi vida”.
Durante estos primeros años, pese a asistir diariamente a misa, Javi no se sentía cerca de Dios. No fue hasta un voluntariado en Colombia, que hizo con Hakuna , cuando se produjo este “despertar”. “Por primera vez en mi vida oigo que Dios me quiere mucho y lo oigo muchas veces”, explica.
Los jóvenes como Javi, por más que nazcan en una familia profundamente católica, que realicen la comunión o que asistan a misa, no sienten que creen auténticamente hasta que no se produce ese encuentro personal con Dios, como explican. El sociólogo Josep Otón, en su libro Tabor, así lo afirma: “Se precisa una experiencia personal que confirme la fe teórica: un acontecimiento que penetre en lo más profundo de la interioridad; una vivencia espiritual que afecte a toda persona y que le aporte la convicción, la esperanza, de que el anhelo de trascendencia no es una quimera sin fundamento”.
Esta experiencia personal tiene mucha relación con "sentir a Dios", como dicen los expertos, y con "la experiencia individual", propia de una sociedad individualista. Estos jóvenes, nacidos en pleno auge de las redes sociales e influidos por la sociedad consumista, buscan experiencias individuales y satisfacciones personales, como explica Sergi Castellà, investigador especialista en el fenómeno religioso. En consecuencia, los jóvenes acuden, cada vez más, a religiones que potencian esa individualidad.
“En una sociedad que valora, o sobrevalora, la dimensión experiencial en detrimento de otros aspectos de la vida, el cristianismo tiene mucho que aportar” considera Otón. Y es que la Iglesia Católica, en este proceso de adaptación a la sociedad que empezó en el 1962 con el Concilio Vaticano II y alcanzó su plenitud en el 2012, con el Sínodo de la Nueva Evangelización, está intentando fomentar esta "experiencia personal", esta "conexión con Dios", como explica Joan Costa, Rector de Santa Maria del Remei, profesor de la Facultad de Teología de Cataluña y Delegado diocesano de Pastoral Social y Caridad. Joan Costa explica por qué, después de Mayo del 68, muchos sectores de la Iglesia rechazaron los sentimientos:

Pero la Nueva Evangelización insistió en volver a dar importancia a los sentimientos en la relación con Dios. Esta importancia de los sentimientos se evidencia en los retiros de Effetá y Emaús, métodos evangelizadores propios de la Nueva Evangelización. En 2011 se organizó en España el primer retiro de Effetá, un método de evangelización nacido en Miami que “fomenta un encuentro cara a cara con Dios”, según explica Carmen Vall, servidora en los retiros de Effetá y Emáus. Estos retiros de fin de semana, organizados por jóvenes laicos, buscan propiciar el encuentro de la persona con Dios, a partir de testimonios que explican cómo Dios ha entrado en su vida y el cambio que Dios ha supuesto en ella. "En estos retiros, el sentimiento es muy importante", explica Carmen.
A este retiro acuden jóvenes ateos, de los cuales muchos acaban convirtiéndose después de la experiencia del fin de semana, o también algunos católicos que no tenían una fe firme, se reafirman en ella gracias a esta experiencia. Actualmente en Barcelona se realizan cada año 10 retiros de Effetá y en cada retiro asisten más de 60 personas. En consecuencia, cada año realizan este retiro unos 600 jóvenes barceloneses, como explica Carmen.

Carmen explica por qué el escuchar las vivencias de otras personas en estos retiros, conmueven tanto:
Emma de Ribot, una joven católica de 21 años, fue a Effetá cuando tenía 17 años. "Dios tocó mi corazón y eso a mí me cambió la vida", afirma Emma. En ese retiro se acercó a Dios y esto "supuso un cambio completo en su vida".
“No es que no conociera a Dios. En mi casa ya se hablaba de él, yo iba a un colegio de monjas… pero era un Dios distante”, especifica Emma. Esta relación distante cambió a través de este retiro de Effetá al que asistió, que le cambió incluso la forma en que se miraba a sí misma, como explica.
El caso de Emma no es único, sino que, muchos jóvenes cuando explican sus creencias destacan el encuentro con Dios como un momento de cambio en sus vidas. Por ejemplo, Sofía Torras se encontraba en una situación parecida a la de Emma: nació en una familia católica y sus padres la educaron en la fe, pero ella decidió apartarse de ese camino.
Sus padres la llevaban a formaciones para que se aproximara a la fe católica porque para ellos “era algo troncal en su vida”, explica, pero aún así, ella se consideraba "atea". Un día, sus padres decidieron ir con su hija a Medjugorje, un lugar de peregrinación de Bosnia-Herzegovina donde, según se explica, la Virgen se apareció a seis niños. “Allí Dios tocó mi corazón”, explica Sofía, "mientras me confesaba con un fraile de Medjugorje".
“Muchos jóvenes consideran que la religión no les llena porque no tienen esta experiencia personal, precisamente porque no la han tenido. Si tú no has tenido una experiencia de enamorarte, ya te pueden dar libros y libros e intentar explicarte, pero, hasta que no te enamoras, no dirás “ah, era esto”, explica Miriam Díez, teóloga y directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, Religión y Cultura.
"Los jóvenes de hoy siempre tienen ese encuentro, esa experiencia que no saben explicar”, explica el sacerdote Bruno Berchez. En cambio, afirma que la gente mayor no ha tenido tanto una experiencia, sino que ha recibido la fe por cultura católica. Aunque concluye que, si las personas mayores han permanecido en ella “es porque algo les ha sucedido en sus vidas: han tenido un encuentro, aunque quizás menos espectacular que el de los jóvenes”.
Durante la época del franquismo recibían la fe como una imposición, de una forma más tradicional y racional, una característica común impuesta bajo la dictadura. "En cambio, la forma de acercarse ahora es mucho más libre, aunque algunos nazcan en contextos de familias católicas convencidas, no es hasta el encuentro personal con Dios cuando realmente empiezan a creer y a sentirse católicos", explica Miriam Díez.
Xènia, católica de diecinueve años, explica que su abuela vive la fe de forma muy diferente a como lo vive ella: “se pone la radio, se pone la Misa, reza el rosario... Pero no tiene una relación tanto de amigo como yo. Yo lo veo como a un padre, como a un amigo”. Además, cree que los jóvenes están impulsando nuevas formas que ayudan a conectar más con Dios: “por ejemplo, los voluntarios, los grupos de jóvenes, las Jornadas Mundiales de la Juventud…”.

Antonio explica cómo ha cambiado la relación con Dios con el tiempo:
Sofía y Carmen hablan de la importancia de que la Iglesia insista en la importancia de la experiencia sentimental:
A partir de esta experiencia personal, todos afirman convencidos de que "su vida cambia". Por ejemplo, Isa Miralles, creyente de 24 años, describe que, a partir de ese encuentro, sintió una “gran paz”. “En el momento que estaba alejada, me faltaba algo, pensaba que era feliz, pero no. Ahora tengo una felicidad interior que es muy difícil de explicar con palabras”.
Xènia, creyente de 19 años, sintió el encuentro en un viaje a los Picos de Europa, porque explica que, allí “vi a Dios en la gente y en el paisaje”. A partir de entonces, fue “consciente” de sus creencias, que siempre había tenido presentes porque se había formado en una familia católica, y decidió ir a misa cada día y, a raíz de eso, ha notado “un gran cambio”. “Sigo siendo la misma, pero mis amigos y familia han visto que antes tenía un vacío y que ahora lo he llenado. Antes intentaba llenar el vacío con muchas cosas, siempre intentaba llenarme la vida con muchos planes: quedaba con amigos, salía de fiesta… Mi horario era súper completo, no tenía miedo de pensar y darme cuenta de que tenía ese vacío”.
Sofía Torras, Rocío Castejón y Emma de Ribot, tres jóvenes católicas, también explican cómo cambió su vida después de encontrarse con Dios:

Una vez se produce el primer encuentro, estas creencias deben ir incorporándose a la vida de la persona. “Tardé como un año en vivir coherentemente con mi fe. Antes de encontrarme con Dios tenía una filosofía de vida y unos hábitos muy arraigados” explica Sofía. Pero, "a medida que iba conociendo más a Dios, sobre todo a través de la oración, me fui maravillando y enamorando”. En consecuencia, "empecé a relacionarme con Dios". Y "llegó un punto en el que Dios se convirtió en el centro de mi vida y de mi día", añade Sofía.
¿Cómo es esta relación con Dios?
