“Tengo 21 años y estoy enamorada de Dios”
La Iglesia Católica de Barcelona resurge gracias a los jóvenes creyentes

“Voy a misa cada día porque me hace muy feliz y porque me encanta. Hago todos mis planes según el horario de misa: la misa no es secundario, sino que va lo primero” afirma Xènia Buxó, una joven católica de 19 años, que este año ha decidido incorporar una nueva rutina en su vida: ir a misa cada día.
Las iglesias están llenas de ancianos. Sí, es cierto. Pero los bancos de las iglesias de Barcelona se llenan, cada vez más, de jóvenes como Xènia. Y como ella, más de 100.000 jóvenes catalanes asisten regularmente a cultos religiosos, según el Barómetro del 2020 sobre la religiosidad y sobre la gestión de la diversidad. Según este informe, los jóvenes de entre 16 y 24 años representan la segunda franja de edad de las personas que más acuden a la Iglesia con regularidad. Es decir, después de las personas mayores de 64 años, que son las que más acuden a la Iglesia, están los jóvenes.
Por tanto, aunque los jóvenes como Xènia que acuden regularmente a la Iglesia siguen representando una minoría respecto al total de la población en Cataluña, ya que, según esta misma encuesta, casi un 70% de los jóvenes afirman que nunca asisten a oficios religiosos (excluyendo celebraciones como bodas o bautizos), es representativo el crecimiento de esta práctica.
"Este crecimiento de los jóvenes en la Iglesia Católica está provocando un resurgir", afirma el actual Obispo Auxiliar de Barcelona, Javier Vilanova.
Este resurgir de la Iglesia del que habla el Obispo Auxiliar de Barcelona es debido, como explica Salvador Bacardit, el Rector del Seminario de Barcelona, no al incremento de número de creyentes, sino a "la convicción de estos jóvenes creyentes". Este convencimiento de los jóvenes católicos está provocando "una transformación de la Iglesia, una adaptación de ésta a los tiempos actuales", explica Salvador Bacardit.

"Los jóvenes que volvemos a la Iglesia o aterrizamos en ella por primera vez, somos jóvenes muy convencidos, hemos escogido con gran convicción seguir a Jesús. En un mundo secularizado, donde no te han hablado de Dios en el cole, ni, en muchas ocasiones, en casa o en la familia, donde, además, la Iglesia Católica está mal vista... Ser católico es ir a contracorriente de la sociedad, y, para ello, has de estar muy convencido", explica Sofía Torras, creyente católica de 21 años.
Este convencimiento de los jóvenes es fruto de que son ellos los que libremente deciden entrar en la Iglesia. "Ahora la religión católica es una búsqueda personal, y no algo impuesto, como lo era en la época franquista", afirma Míriam Diez, teóloga y directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, Religión y Cultura. Esta fe impuesta fue lo que provocó que muchos católicos abandonaran la Iglesia entre la década de los 70 y los 80.
La Iglesia Católica en la España Franquista era una religión “con base social”, como explica Lluís Tusquellas, sacerdote de la Iglesia de Montalegre y Director del Centro Sacerdotal Rosselló. “En los años 60 la asistencia a la misa dominical y a las demás ceremonias religiosas era masiva (aproximadamente de un 90%). Sin embargo, la práctica religiosa era gregaria, favorecida por un estado confesional. Y las motivaciones profundas de la práctica carecían de sentido crítico y de formación intelectual. Era una religión de base social”. Por tanto, la mayoría de personas que acudían a la Iglesia no acudían por convencimiento religioso, sino por tradición.
Con la muerte de Franco, junto con la venida de ideas liberales surgidas en la Revolución de Mayo del 68, muchos creyentes se fueron de la Iglesia Católica. “Con la revolución de mayo del 68, crecieron las ideologías marxistas, existencialistas y liberales, fomentando la liberación sexual y la desconfianza hacia las jerarquías impuestas. Todas estas ideologías llegaron a las universidades y fomentaron el desplazamiento de Dios, la indiferencia ante la religiosidad y, en cambio, pusieron énfasis en fomentar el individualismo, la cultura del yo”, como explica Joan Costa, rector de Santa Maria del Remei, profesor de la Facultad de Teología de Cataluña y Delegado diocesano de Pastoral Social y Caridad. En consecuencia, muchos católicos abandonaron la Iglesia, como se muestra en los gráficos.
El proyecto nacional-católico español persiguió la dimensión cultural y cultural de la Iglesia en Cataluña, lo que provocó que muchos católicos catalanes dejaran de confiar en la Iglesia. “Esto contribuyó de una manera determinante a la descristianización de Cataluña”, afirma Joan Costa:
Como se muestra en los gráficos, en 1970 un 87% de la población española se declaraba católico prácticante. En este año, solo un 9% se declaraba católico no practicante y, únicamente un 2%, no creyente o indiferente.
En tan solo 50 años, el porcentaje de población que se consideraba católica practicante pasó de ser casi un 90% a ser, tan solo, un 20%. De este porcentaje que abandonó las prácticas religiosas, casi la mitad dejaron de creer en Dios, el 50% se mantuvieron en la Iglesia sin practicar y otro pequeño porcentaje (3%) se trasladó a otras espiritualidades.
Actualmente, los católicos practicantes y los practicantes de otras religiones representan casi un 25% de la población. Aunque sea una minoría, estos datos reflejan el significativo porcentaje de personas fuertemente convencidas de sus creencias.
"En el actual contexto, la persona se pone en el centro, busca su bienestar, el consumir y el tener. Y se olvida de Dios. Pero, ante esta crisis, se produce un resurgir. Algunas personas vuelven de esta vida individual, de este ego, de solo pensar en uno mismo. Y buscan algo más allá", afirma el Obispo Javier Vilanova.
Esta necesidad de más allá se evidencia en el crecimiento de los centros de culto de muchas espiritualidades en Cataluña.

Como se puede ver en el gráfico, en Cataluña se han abierto, en tan solo 15 años, 400 centros de culto evangélicos. Este crecimiento es debido a que “estas iglesias ofrecen emoción y vitalidad, y es lo que actualmente se busca en la religión . Además, ofrecen un gran sentimiento de grupo, de pertenencia, de comunidad y familia donde los creyentes se sienten acogidos”, como afirma Linda Jones, investigadora especialista en religiones.
También crecen las distintas versiones de la espiritualidad de la Nueva Era, ya que son "espiritualidades sin intermediarios, sin jerarquías, sin normas y sin mandamientos", explica Joan Costa. Es decir, son espiritualidades mucho más “a la carta, según lo que quiera cada usuario”. Por tanto, “fueron más atractivas, especialmente para las personas que habían vivido un exceso de normas en la Iglesia católica impuesta por el nacional-catolicismo”, afirma Linda Jones.
Sin embargo, los jóvenes actuales no han vivido esta "Iglesia impuesta, obligada y dogmática", como explica Bruno Berchez, rector de Sant Miquel de Sants, Sant Carles Borromeo y Mare de Déu de la Salut, (anteriormente fue Delegado del Secretariado de Juventud durante 9 años). Este hecho ha provocado que “los jóvenes no tienen los prejuicios de la Iglesia franquista que tenían sus padres”.

“Cada vez nos encontramos con un mayor número de jóvenes que no conocen nada de la fe cristiana en general. Solo saben que hay iglesias y que la gente va allá. Hay un distanciamiento. Sacar la religión de la parte pública ha provocado un desconocimiento. Ya no hay odio, sino que hay un desconocimiento. Y el desconocimiento provoca querer conocer", explica Héctor de Arriba, joven católico que trabaja en el Secretariado de Juventud del Arzobispado de Barcelona. En consecuencia, algunos jóvenes quieren conocer esta realidad, y se acercan a la Iglesia Católica.
Bruno Berchez explica este fenómeno distinguiendo tres generaciones: la de los abuelos que mantienen su fe de forma tradicional, la de los padres que abandonaron la Iglesia y la de los hijos, los jóvenes actuales, algunos de los cuales se acercan a la Iglesia.

Los jóvenes actuales conviven con una Iglesia distinta de la de sus padres, ya que, después del franquismo, la Iglesia empezó un proceso de adaptación a la sociedad.
“La Iglesia tardó en adaptarse a los tiempos vividos. Tardó en encontrar su sitio en un país democrático, en el que había dejado de ser una realidad central”, afirma Lluís Tusquellas. "Fue un proceso lento", añade Tusquellas.
En 1962, el Papa Juan XXIII ya habló de la necesidad de la adaptación de la Iglesia a las situaciones actuales y de la renovación de algunos aspectos de esta, en el Concilio Vaticano II (1962-65). A la Iglesia española le costó seguir algunas de las directrices del Concilio, "sobre todo en materia política y de libertad religiosa”, como explica Joan Costa. Además, "en ese momento se daba una gran división ideológica y política entre los mismos católicos" añade Costa.

Más tarde, a partir del 1970, cuando muchos creyentes abandonan el catolicismo, el Papa Pablo VI, junto con su sucesor Juan Pablo II, y, más tarde, Benedicto XVI y el actual Papa Francisco, hablan de la “Nueva Evangelización” refiriéndose a la necesidad de volver a evangelizar de una forma adaptada a la realidad de su tiempo. El objetivo, según Lluís Tusquellas, era “volver a anunciar el Evangelio haciéndolo con un modo renovado con nuevos métodos, un lenguaje nuevo. En definitiva, un lenguaje más atractivo, enfatizando sobre todo el encuentro personal del creyente con Dios".
De hecho, en el 2012, Benedicto XVI, convocó un Sínodo para la Nueva Evangelización. “Este sínodo provocó "un boom", explica Lluís Tusquellas. Hizo que en muchos lugares del mundo la Iglesia se reinventara y se creara una evangelización transmitida con unas formas contemporáneas.
En Cataluña, por ejemplo, después del Sínodo para la Nueva Evangelización, tuvo lugar el Congreso de Manresa (2012) para idear cómo se podían aplicar estos métodos en Cataluña. En este congreso se "habló de nuevos métodos para hacer atractivo el mensaje de Jesús y propiciar el encuentro personal de los creyentes con Dios", afirma Lluís Tusquellas.
Después de este Congreso, se empezaron a aplicar nuevos métodos de evangelización en las diferentes parroquias de Barcelona que tuvieron mucho éxito y atrajeron a muchos jóvenes. También se importaron movimientos de otros lugares, especialmente de Estados Unidos, para fomentar la evangelización.
Estos métodos de evangelización se basan, sobre todo, en fomentar la experiencia individual, el sentimiento, la comunidad y el grupo, se intentan adaptar a las nuevas tecnologías...
Héctor de Arriba, joven creyente que trabaja en el Secretariado de Pastoral con Jóvenes del Arzobispado de Barcelona, explica la importancia de que la Iglesia se adapte a los tiempos: “La realidad va cambiando, cada vez con más celeridad, entonces hay que pensar cómo adaptar el mensaje de Dios en el día de hoy. La misión del Secretariado de Pastoral con Jóvenes del Arzobispado de Barcelona es dar luz a las parroquias, acompañarlas, sobre todo a aquellas que les es difícil aplicar ciertos métodos.”

La Iglesia, además, a raíz del Sínodo de la Evangelización, enfatizó especialmente el papel de los jóvenes, un esfuerzo que ya empezó a hacer el Papa Juan Pablo II, por ejemplo con la creación de las Jornadas Mundiales de la Juventud en el año 1986, unas jornadas en las que se reúnen jóvenes de todo el mundo.
El Papa actual, Francisco, sigue enfatizando el especial papel de los jóvenes, a quien recientemente ha dedicado su exhortación apostólica Christus Vivit.
En Barcelona, el Secretariado de Pastoral con Jóvenes del Arzobispado de Barcelona tiene un papel muy importante en hacer atractiva la Iglesia para los jóvenes. Se encarga de organizar actividades para los jóvenes cristianos de Barcelona, de todas las parroquias, de todos los grupos o movimientos. El Secretariado, organiza, por ejemplo, en las cuatro universidades públicas de Barcelona (UB, UAB, UPF y UPC), grupos de universitarios católicos, el SAFOR.

Este acercamiento de la Iglesia a los jóvenes, así como la adaptación de esta a la sociedad reflejada en los métodos de evangelización, junto con el desconocimiento de la Iglesia por parte de los jóvenes, provocó, por un lado, el regreso de muchos jóvenes a la Iglesia que habían sido bautizados pero que, en la adolescencia, abandonaron la Iglesia. También provocó la llegada de jóvenes ateos o de otras religiones.
Estos dos hechos se reflejan, por ejemplo, en "el incremento de confirmados y catecúmenos (personas que se bautizan en su mayoría de edad)”, afirma Lluís Tusquellas. "Cada año hay centenares de personas adultas, de entre los 18 y los 40 años, que se bautizan”, explica el Obispo Auxiliar de Barcelona, Javier Vilanova. “Lo cierto es que en los últimos cinco o diez años hay mucha gente que se convierte”, añade Lluís Tusquellas.
Muchos jóvenes explican que antes de volver a la Iglesia o empezar a formar parte de ella, tienen un "encuentro personal con Dios", una "experiencia", lo "sienten de una manera muy fuerte", como explica Emma de Ribot, creyente de 21 años. Sofía Torras explica que este encuentro es como un "amor a primera vista". "Un amor a primera vista que te toca el corazón y te cambia la vida", como expresa Sofía. Es a partir de este momento cuando los jóvenes "se empiezan a enamorar de Dios". Sofía, así se presenta: "Tengo 21 años y estoy enamorada de Dios".
¿Cómo es este "amor a primera vista" que les cambia la vida?
